martes, 20 de mayo de 2014

De cabeza.

A él le gustaba ver el mundo de cabeza, la ciudad con el corazón en las aceras y los pies en el cielo.

Le gustaba embriagarse de luces tintineantes de edificios llenos de cuerpos, vacíos de almas y lejanos sonidos de un abrumador y cansino trafico.


Le gustaba sentir el viento en la cara y el alma fría, nueva.


Le gustaba dibujar patrones en la oscura noche como deseando que su alguien pudiera ver su lienzo de tan lejos pero tan cerca a la vez.


Le gustaba pretender que su alguien, el de los pies en la tierra y el corazón refundido en su hueco pecho podía mirar el cielo en su mundo quieto, irreversible y por un instante, tan solo por un instante podría sentir que daba un giro, que también con el simple hecho de pensarlo, estaba de cabeza.


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